La apertura del Pozo Calero

Entre 1911 y 1919 tuvo lugar la creación del Pozo Calero, la explotación minera más importante de Barruelo de Santullán y de toda la cuenca minera palentina

FERNANDO CUEVAS RUIZ

El pozo Calero era en la segunda década del pasado siglo la gran esperanza para relanzar la producción carbonera de Barruelo. Por este motivo, los trabajos para su puesta en marcha se sucedieron con toda la velocidad posible. En 1912, un año después de iniciarse la perforación, ya se había alcanzado una profundidad de 90 metros. De las labores llevadas a cabo ese año existe más información gracias a tres artículos sucesivos publicados en el periódico local El Eco de Barruelo. En ellos se especifica que el pozo del grupo inferior “tendrá 340 metros de profundidad; por él se extraerán los carbones procedentes de un piso de cien metros de altura al S.E. y de dos pisos iguales al N.O. Su sección será circular de 4,50 metros de diámetro. Para la ventilación habrá otro pozo circular de tres metros de diámetro y 130 metros de profundidad. Contará por primera vez con cuatro capas: las nuevas 5, 6, 7 y 8, por no existir otras en la región donde se emplazaría, osea en el lugar llamado El Calero”. Al hablar de la producción prevista para la nueva explotación, el texto periodístico habla de 600 toneladas diarias, aunque señala que esta cifra podría incluso elevarse hasta las mil toneladas.

Durante 1913 los trabajos prosiguieron con una profundización hasta los 308 metros y con la ejecución de 170 metros de transversales para cortar las capas 5 y 6. Por fin, un año más tarde, en 1914, las tareas de perforación del Calero estaban concluidas. La Estadística Minera de aquel año da cuenta de la culminación de los trabajos con las siguientes palabras: “El pozo (…) ha sido perforado y revestido hasta su cota definitiva de 342,25 metros, teniendo de diámetro interior 4,50 metros útiles. Para asegurar la ventilación de la futura explotación, se ha dado a principio de abril de 1914 otro pozo (…), teniendo de diámetro 3,20 metros, terminándole en el mes de diciembre del año actual”.

Finalizadas todas las tareas previas que se habían prolongado durante cuatro años, el pozo Calero estaba listo para su explotación. Parecía que su activación permitiría superar la inestable producción de los ejercicios precedentes y relanzar la actividad minera de Barruelo. Sin embargo, un acontecimiento imprevisto truncaría las expectativas. El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, hizo que las potencias europeas se vieran envueltas en el conflicto, hecho que indirectamente tendría negativas consecuencias para la cuenca barruelana. Al comenzar la guerra, el Calero todavía estaba pendiente de recibir de otros países europeos toda la maquinaria que haría posible su puesta en funcionamiento. El episodio bélico alteró las relaciones comerciales en el continente y provocó que las piezas industriales esperadas en Barruelo no pudieran llegar a destino. Hubo que esperar hasta el final de la guerra para que la maquinaria llegara al pozo y se pudiera extraer el carbón previsto.

Los informes anuales sobre la explotación barruelana detallan el retraso que sufrieron los trabajos del pozo Calero y señalan que “no se pudo obtener aún la maquinaria para poner en explotación el nuevo pozo del grupo inferior, cuya utilización se hace cada día más urgente. Afortunadamente se pudo sacar de este grupo, en el nivel 150, alguna cantidad de carbón (…). Es de esperar que el año 1916 habrá más facilidad para adquirir la maquinaria necesaria en las nuevas instalaciones, que constarán de un anexo importante a la central de fuerza”. Pese a los deseos expresados en el escrito, en 1916 la situación no cambió. La guerra proseguía y la maquinaria que debía llegar procedente de los países en conflicto seguía retrasándose. Para poder extraer algo de carbón se adaptó el pequeño torno que se había utilizado para la profundización del pozo de ventilación y así pudieron ver la luz las primeras toneladas de carbón del Calero. Con este sistema alternativo, en 1917 se obtuvieron entre 60 y 65 toneladas diarias, frente a las 600 que la empresa tenía previsto lograr en circunstancias normales. Dicho de otra manera, la actividad en el grupo inferior se encontraba al diez por ciento de sus posibilidades debido al retraso en la llegada de la maquinaria.

Pese a todas estas limitaciones, las minas de Barruelo forzaron todo lo posible su capacidad y en 1918 se logró una producción de 153.174 toneladas de hulla, cifra sensiblemente mejor que las 123.647 toneladas de 1915. Para lograrlo, además de realizar las rudimentarias labores llevadas a cabo en el Calero, la empresa minera bonificó el mayor rendimiento en el trabajo y fomentó las pagas extraordinarias.

Al fin, en 1919, una vez finalizada la guerra europea, llegó a Barruelo toda la maquinaria del pozo Calero y fue además puesta en marcha la nueva central eléctrica. La precaria situación que había atravesado la explotación había terminado y, a partir de 1920, se iniciaría un proceso de importante crecimiento que llevaría a las minas de Barruelo a su mejor época.

Para más información: ‘El Pozo Calero: historia de la minería en el Valle de Santullán’, de Fernando Cuevas Ruiz, Wifredo Román Ibáñez y Luis Llorente Herrero, Aruz Ediciones, 2011 (4ª edición).