La central térmica de Velilla del Río Carrión

La puesta en marcha de la central térmica de Velilla, en junio de 1964, supuso un hecho excepcional para la economía de la Montaña Palentina, no solo por los empleos que generó, sino por la gran demanda que trasladó a todas las empresas mineras de la comarca.

RUBÉN ABAD RUIZ

A mediados del siglo pasado, la compañía Iberduero –el germen de la actual Iberdrola– puso su atención en el norte de Palencia para instalar uno de sus grandes proyectos: una central térmica que generaría electricidad alimentada por el carbón que se producía en el entorno. Y fue en Velilla donde la compañía encontró todo lo que precisaba para su construcción: toneladas de carbón en un radio de apenas un puñado de kilómetros (en el propio municipio, en el vecino de Guardo, en Santibáñez de la Peña, Castrejón, Cervera, Barruelo y en poblaciones cercanas de León), agua abundante del río Carrión para alimentar la instalación y una extensión de terreno lo suficientemente grande como para acoger un complejo de unas magnitudes nunca vistas hasta entonces en el Alto Carrión.

Según los datos aportados por el escritor Jaime García Reyero, el proyecto comenzó a gestarse en 1950, tras el anuncio que Francisco Franco realizó en Ponferrada (León) el 14 de julio de ese año. Su capital inicial sería de 60 millones de pesetas (360.000 euros), ampliable después a 240 millones de pesetas (1,5 millones de euros), aunque sus promotores tuvieron que esperar un tiempo hasta que, finalmente, pudo ver la luz. En 1955 se comunicó su ejecución a los representantes de los mineros, que lo acogieron como una gran noticia, pues consolidaría las explotaciones existentes, crearía nuevos empleos y generaría aún más riqueza en una comarca que, por aquel entonces, se convirtió en el auténtico motor industrial de la provincia. Al fin, en 1957, en concreto el 10 de junio, el Consejo de Ministros autorizó la construcción de la central velillense.

Una vez anunciada la edificación, hubo que buscar financiación. En total, 9.300.000 dólares (7,76 millones de euros al cambio) que llegaron procedentes de Estados Unidos. Tras lograr ese dinero, la central fue construida por Entrecanales y Távor, siendo la empresa encargada de su explotación Centrales Térmicas del Norte de España (Terminor), creada para ese fin en 1958 en Bilbao y formada por capital de Iberduero y Electra Viesgo.

Tras más de una década de trabajo frenético sobre el terreno y en los despachos, con montañas de trámites administrativos a los que hacer frente, cientos de planos, miles de cálculos, permisos y cuadrantes, la flamante central térmica, con una potencia de 148 megavatios, se enganchó a la red a las 10 horas y 52 minutos del 5 de junio de 1964. Ese año produjo 488.556 megawatios, estuvo 3.745 horas en funcionamiento y quemó en su caldera 222.169 toneladas de hulla y antracita.
A partir de ese momento, la minería palentina iniciaba un exitoso capítulo dentro de su historia. Tal era la demanda de la planta que las explotaciones de la cuenca no tardaron en invertir grandes cantidades de dinero para hacer más productivos y rentables sus pozos, a la par que daban salida a materiales como el carbón en polvo, hasta entonces inservible. Las vagonetas repletas de mineral se contabilizaban por centenares cada día, la inmensa mayoría con destino a una central que llegó a consumir más de 900.000 toneladas de antracita y hulla al año (906.540 en 1990), lo que se tradujo en más de dos millones de megavatios de energía eléctrica producida, 2.002.211, para ser más exactos.

Aquellos eran años de bonanza en la comarca y había trabajo para palentinos y foráneos, no se conocía el desempleo y no faltaba el dinero. Una zona próspera y de marcado carácter industrial que afianzó su liderazgo económico a nivel provincial cuando en 1984 entró en funcionamiento el Grupo II de la central con una potencia de 350 MW. Así, la planta pasaba de los 148 MW iniciales del Grupo I a 498 MW con las dos calderas a pleno rendimiento. Este proyecto comenzó a gestarse en 1964, aunque hubo que esperar hasta el 17 de agosto de 1979 para recibir la autorización de la Dirección General de la Energía. En febrero de 1980, Terminor acometió la contratación del equipo principal, caldera y turbina. La autorización definitiva se recibió tras resolución del 6 de octubre de 1980.

Tras la entrada en funcionamiento de la planta, gran parte de la producción de las minas de la provincia se quemaba en sus calderas. En total, 7.002.385 toneladas en los 30 años comprendidos entre 1966 y 1996. En ese periodo, las principales proveedoras fueron las empresas mineras Antracitas de Velilla (2.886.309 Tm.), San Luis (1.996.529), la Cántabro Bilbaína (1.136.777 Tm. hasta 1991), San Isidro y María (405.113), San Claudio (377.781) y Felipe Villanueva (199.876 Tm. hasta 1989).

La apertura de la térmica velillense y el auge de la actividad minera supuso un soplo de aire fresco para la comarca, un hecho que queda reflejado en el padrón de los municipios vinculados a la extracción del carbón. Así, la cuenca de antracita pasó de sumar 10.633 habitantes en 1900 a 13.934 en 1960, un guarismo que todavía aumentó en 1991 hasta los 18.081 empadronados. En este ámbito, merece una mención especial la localidad de Guardo, que gracias al carbón y a la factoría de Explosivos se convirtió en la capital industrial no solo del norte de Palencia, sino de la provincia en su conjunto.

Para más información: La central térmica de Velilla del Río Carrión. Historia del motor industrial del Alto Carrión (Colección de Historia Montaña Palentina, nº 12)