Las guerras carlistas en Palencia

A pesar de que la falta de estudios anteriores parecía indicar que las guerras carlistas apenas habían tenido incidencia en la provincia de Palencia, una nueva investigación pone de manifiesto que durante años se registraron continuos enfrentamientos armados entre los combatientes de los bandos liberal y carlista.

JAVIER DE LA CRUZ MACHO

Rememorar el carlismo en España supone, fundamentalmente, fijar la mirada en dos áreas. Una en las antaño Vascongadas y otra que abarcaba parte de Cataluña y la zona del Maestrazgo. Castilla y León, aparentemente, fue ajena al conflicto militar si únicamente tenemos en cuenta la bibliografía actualmente existente, muy escasa. Para la  provincia de Palencia esta era inexistente. Sin embargo, los pueblos palentinos han guardado una tradición oral sobre el carlismo, referencias  a espacios físicos carlistas, además de armas, inscripciones, escritos, etc.… de aquella contienda.

En 2002, una investigación de José Antonio Gallego sobre el levantamiento carlista en Castilla y León, vino a arrojar luz sobre este vacío en la investigación histórica, aunque referido exclusivamente a los momentos iniciales de la primera guerra carlista. En dicha investigación se puso de manifiesto el destacado protagonismo palentino en el levantamiento carlista, especialmente en la zona norte, donde Santiago Villalobos llegó a concentrar a más de 6000 personas, convirtiendo Cervera de Pisuerga en su punto de reunión.

El fracaso del levantamiento y el exilio de algunos dirigentes carlistas tras la posterior persecución del ejército isabelino no supuso el fin del carlismo en el norte palentino. De aquella ingente movilización inicial surgieron un gran número de partidas, destacando la de Santiago Villalobos con más de 500 hombres. Se inició un periodo de gran actividad en la zona que no cejó hasta el final de la contienda, tras el convenio de Vergara, lo que obligó al gobierno isabelino a destinar hasta cuatro batallones en la provincia de Palencia, además de la columna móvil que recorría toda la provincia en persecución de las partidas carlistas. Efectivos que hubieron de distraerse del frente de batalla. Además conllevó la aparición de algunos enclaves fortificados en localidades como Cervera, Aguilar o Carrión, aprovechando iglesias o conventos, en torno a las que se delimitaba un perímetro cerrado.

Entre 1834 y 1835 la partida de Santiago Villalobos puso en jaque al ejército isabelino. A pesar de las múltiples persecuciones a que fue sometida no se la pudo erradicar. La orografía y el apoyo de parte de la población local favorecieron su pervivencia y sus acciones llegando a ocupar, por momentos, localidades como Guardo. Una partida numerosa que reunía a más de 500 hombres que actuaban divididos en grupos de menor tamaño.

La partida de Villalobos llegó a su fin con la expedición del general Gómez en 1836, que recorrió la provincia de Palencia de norte a sur, tratando de ganar adeptos y sublevar a las poblaciones. Villalobos y sus hombres se incorporaron a la expedición, que era perseguida por Espartero. Villalobos falleció en el sur en una de las muchas escaramuzas de la expedición.

Entre 1835 y 1838 otros cabecillas cobraron protagonismo en el norte palentino, aunque con partidas más reducidas que oscilaban entre los 10 y los 200 hombres (Modesto de Celis, Escalera, El Pastor, entre otros). Sus ataques arreciaron y el gobierno isabelino tuvo que redoblar sus esfuerzos sin conseguir su derrota, produciéndose ataques y asaltos casi a diario.

En este contexto, una nueva expedición carlista llegó a tierras palentinas en 1838, la dirigida por Ignacio de Negri. El general Negri, en su periplo por el norte palentino, se vio acosado por las columnas militares destacadas en Palencia y, tras descansar su ejército en las localidades de Lebanza, San Salvador y Vañes, se dirigió a Piedrasluengas pasando a Cantabria, donde tuvo que tomar posición y presentar batalla en la localidad de Vendejo, a escasos kilómetros de la provincia de Palencia. El desenlace, de resultado confuso, supuso la diseminación de su ejército por la zona, regresando a San Salvador, donde intentaron reconstituirse y continuar su avance. El ejército de Negri se recuperó para ser derrotado posteriormente en la provincia de Burgos cerca de su límite provincial con Palencia, tras haber intentado tomar, sin éxito, la localidad de Aguilar de Campoo. Muchos de los derrotados de Negri pasaron a formar parte de las partidas carlistas de la zona.
Desde este momento hasta el final de la guerra, las partidas siguieron con su actividad, haciendo necesaria la permanencia del ejército isabelino. Partidas que fueron cada vez menos numerosas y cuyo principal cabecilla fue, en ese momento, Agustín Rey. Sus acciones empezaron a tener más que ver con el pillaje y la supervivencia que con el conflicto sucesorio. Aún así su número siguió siendo elevado ya que, según los datos, de entre los integrantes de las partidas había al menos 100 de ellos con caballo. La firma del Convenio de Vergara en agosto de 1839 supuso el fin del conflicto militar en el norte palentino, aunque todavía se sucedieron algunas acciones de pillaje.

La segunda guerra carlista no deja rastro de su actividad en la provincia, ya que la incidencia de la misma en el territorio español fue escasa. De hecho algunos historiadores no la consideran una guerra como tal.

La tercera guerra carlista acaeció en el marco de la expulsión del trono de Isabel II, el nombramiento como nuevo rey en la persona de Amadeo de Saboya, su dimisión y posterior proclamación de la Primera República. Los carlistas esperaron, infructuosamente, que la expulsión de Isabel II conllevase la proclamación de Don Carlos, lo que no ocurrió, provocando el levantamiento armado. El norte palentino vivió de nuevo el fantasma de la guerra, con el auge de nuevas partidas, todas ellas de pequeño tamaño a excepción de la encabezada por los Hierro.

La repercusión de la tercera guerra carlista fue menor en toda España. Los propios carlistas estaban divididos entre los favorables a un conflicto armado y los que optaron por la formación de un partido político, el partido carlista. El escaso tamaño de las partidas supuso que la Guardia Civil bastase para su persecución, así como las tropas ordinarias asentadas en Palencia, sin tener que destinar nuevos batallones. Tras la Restauración, el carlismo, como hecho bélico, desapareció de la provincia palentina, pero en el norte tomó fuerza como partido político, donde la figura de Matías Barrio y Mier surgió como diputado a Cortes por el distrito de Cervera durante más de una década.
Todo esto nos habla de un escenario desconocido hasta la actualidad, al poner de manifiesto la gran actividad carlista en el norte palentino durante la primera guerra carlista y su importancia estratégica, al obligar a una presencia militar constante del ejército isabelino en la zona, en detrimento de su presencia en el frente de guerra.

Para más información: Colección de Historia Montaña Palentina, número 8