En 1912 fue abierta en Vallejo de Orbó la primera sala construida en la provincia de Palencia para la proyección de películas cinematográficas.
WIFREDO ROMÁN IBÁÑEZ
El pueblo de Vallejó de Orbó es uno de los rincones más sorprendentes de toda la Montaña Palentina. Situado a tres kilómetros de Barruelo y a doce de Aguilar, su origen se remonta a mediados del siglo XIX, cuando fueron edificadas las primeras construcciones en torno a unas explotaciones mineras de hulla descubiertas poco antes.
Quienes visiten Vallejo en la actualidad podrán ver numerosos vestigios de aquella antigua actividad minera, como la bocamina del pozo Rafael, el antiguo lavadero o la central eléctrica, edificios todos ellos sumidos por desgracia en un triste estado de ruina. Junto a esos restos se conservan otros no menos interesantes, aquellos que la empresa construyó para los habitantes del pueblo en tiempos pretéritos de esplendor. Entre ellos se pueden destacar el sanatorio, la iglesia de Santa Bárbara, las escuelas o los barrios en los que durante décadas vivieron los mineros.
Pero si hay un edificio que reclama con fuerza la atención de quien acude a Vallejo por primera vez es el antiguo cine, en cuya fachada todavía pueden verse unas letras de modesta factura que informan de su antiguo nombre: Cine Ideal. Nadie podría pensar que en una localidad de tamaño tan reducido, con mil habitantes en sus mejores momentos, pudiese haber surgido una sala dedicada a la proyección de películas.
La aparición de aquel cine vino motivada por la irrupción en la cuenca minera palentina de Claudio López Brú, segundo marqués de Comillas y uno de los empresarios más poderosos e influyentes de España a comienzos del siglo pasado. Poseedor de un imperio cimentado en la banca, el comercio y la industria, López Brú fue también propietario de diversas explotaciones mineras en Palencia y Asturias. En nuestra provincia, tras una etapa poco fructífera en Castrejón de la Peña, adquirió las minas de Vallejo el 6 de agosto de 1909 a través de la sociedad Carbonera Española.
Nada más hacerse con los yacimientos de hulla, la empresa del marqués emprendió un ambicioso plan de reformas en el pueblo y dotó a Vallejo de numerosos servicios, algunos de los cuales ni siquiera existían en poblaciones de un tamaño mucho mayor. Entre los recursos llegados entonces a la localidad se encontraban el alumbrado público, el reparto de correos, la farmacia, la peluquería o la biblioteca.
Junto a ellos, la empresa construyó una sala de cine con capacidad para 400 personas, destinada a la proyección de películas de cine mudo que proporcionasen entretenimiento a los mineros y sus familias. Esta sala fue gestionada por un grupo de obreros de la propia empresa y tuvo como asientos unas sillas plegables de madera que fueron colocadas en el patio principal a las que se sumó, al fondo, un graderío de reducida capacidad situado a una altura superior.
La puesta en marcha de aquel cine, al que no se dio ningún nombre concreto en sus primeros años, se produjo en el verano de 1912. Así lo revela un artículo del periódico El Eco de Barruelo del 30 de julio, en el que se anuncia que la empresa había adquirido “un piano-manubrio y un cinematógrafo con motivo de proporcionar distracción gratuita” a sus trabajadores. El piano citado por el texto también estaba destinado a la sala de proyecciones, ya que en aquellos tiempos la música de ese instrumento se utilizaba para acompañar las proyecciones de cine mudo.
La apertura del cine de Vallejo supuso un hecho sin precedentes en Palencia. Cuando la empresa minera puso en funcionamiento esta sala, tan sólo había en la capital provincial un local en el que de forma regular se proyectaban películas. Este local era el Teatro Principal, donde las sesiones periódicas de cine habían comenzado poco tiempo antes, en diciembre de 1911. Sin embargo, como pone de manifiesto su nombre, este recinto era un espacio dedicado a las representaciones teatrales en el que más tarde se programó cine. Por este motivo, el primer local construido en toda la provincia con el cometido principal de proyectar películas fue el de Vallejo, un pequeño pueblo que gracias a la figura del marqués de Comillas albergó de manera sorprendente el primer cine de Palencia.
La etapa inicial de la sala, siempre con películas mudas, se prolongó hasta el verano de 1936, momento en el que se produjo el estallido de la Guerra Civil. Al desatarse la contienda, Vallejo quedó situado en primera línea del frente y la gran mayoría de sus habitantes se vieron obligados a abandonar la localidad. Las sesiones de cine quedaron interrumpidas durante varios años, hasta que la cuenca minera del Rubagón fue recuperando la normalidad y sus pueblos, poco a poco, retornaron a su vida anterior a la guerra.
En el caso del cine de Vallejo, la reapertura se produjo a mediados de 1945, después que el Gobierno Civil enviase su autorización el 6 de junio. Fue entonces cuando la sala recibió el nombre de Cine Ideal y cuando conoció el cine sonoro, gracias a una máquina de segunda mano comprada a un local de Melgar de Fernamental. Los promotores de la reapertura fueron Joaquín Duque y Gabino Salazar, dos trabajadores de la empresa minera empleados en la central eléctrica. A cambio de explotar aquel negocio, los dos socios entregaron una renta muy baja a la sociedad minera.
Además de la llegada del cine sonoro, el Ideal conoció algunas otras mejoras en su segundo periodo de actividad, como la instalación de butacas nuevas, lavabos, ambigú, salidas de emergencia y un acceso nuevo al anfiteatro. La sala contó con un aforo reducido a 271 localidades, de las cuales 180 se encontraban en el patio inferior y las restantes 91 en el graderío de la general. Una vez concluidas las obras de reforma del local, dirigidas por el arquitecto Antonio Font de Bedoya, el cine reabrió sus puertas con la proyección de la película Santander, ciudad en llamas, del realizador Luis Marquina.
Durante los años siguientes, el cine se convirtió en uno de los principales entretenimientos para los vecinos de Vallejo, que podían disfrutar de una sesión los jueves y dos los domingos. Los proyeccionistas de la sala fueron en distintas etapas Aníbal Domínguez, Amador Suances y Joaquín Unquera, empleados que al igual que los promotores del cine trabajaban en la central eléctrica. La actividad del Ideal transcurrió sin sobresaltos hasta 1954, año en que Gabino Salazar abandonó la gestión del negocio. Poco después fallecería Joaquín Duque y serían su viuda, Pilar Merino, y su sobrino, Joaquín Unquera, quienes se hicieran cargo de gestionar la sala. Bajo su gobierno el cine continuó abierto hasta 1966, cuando tuvo lugar el cierre definitivo. Pocos años más tarde serían cerradas también las minas de Vallejo y Barruelo, lo que motivaría la marcha de numerosas familias de la zona y el comienzo de un declive demográfico que todavía se prolonga en nuestros días.
Alejado de su pasado esplendor, el Cine Ideal es hoy un testimonio de los mejores tiempos conocidos por el valle de Santullán, aquellos en los que el carbón transformó un puñado de pequeños pueblos agrícolas y ganaderos en verdaderos centros industriales llenos de vida. Por desgracia, los últimos inviernos han conseguido quebrar las ya escasas fuerzas de la construcción y gran parte de su tejado se ha venido abajo, anunciando quizás el triste final del que un día fue el primer cine de Palencia.