En los yacimientos del asedio han aparecido más de cuatrocientas puntas de flecha, que forman la colección más completa de todo el Imperio Romano.
El norte de la actual provincia de Palencia fue el escenario en el que se desarrollaron algunos de los principales episodios de las guerras cántabras. Este área estuvo ocupado en la Antigüedad por una parte de los cántabros, con los que limitaban por el sur los vacceos y los turmogos asentados en las llanuras cerealísticas. Durante los comienzos de su mandato el emperador Octavio Augusto Roma declaró la guerra a los cántabros y los astures y entre los años 29 y 16 a.C. dirigió una serie de duras campañas para someterlos.
Nada se conocía arqueológicamente sobre estas guerras hasta hace poco. Sin embargo, en los últimos años se han ido descubriendo en el norte de Palencia, en Cantabria y en el norte de Burgos una serie de yacimientos de excepcional importancia. En ellos se han podido documentar algunos de los principales teatros de operaciones de las guerras cántabras. Por lo que se refiere a la provincia palentina, en el área del Alto Pisuerga se ha constatado la existencia de diversos campamentos romanos de época augústea. Varios de ellos están relacionados con el control de dicho territorio y con el ataque al importante oppidum cántabro de Monte Bernorio (Villarén, Pomar de Valdivia). El principal de estos campamentos es el de Castillejo o La Lastra (Pomar de Valdivia), descubierto por Miguel Angel Fraile, y en el que se han desarrollado dos campañas arqueológicas que permitieron estudiar sus estructuras y que proporcionaron materiales militares romanos de inicios del principado de Augusto.
Sin embargo, el descubrimiento más espectacular, debido igualmente a la labor de exploración de Miguel Angel Fraile, ha tenido lugar más recientemente en Santibáñez de la Peña. Al sur de esta localidad se alzan los altos de La Loma. En ellos son visibles todavía los restos de las fortificaciones de asedio del ejército romano a un castro cántabro. Entre los años 2003 y 2007 se desarrollaron varias campañas arqueológicas en este conjunto de La Loma que han arrojado importante información sobre el castro cántabro y el asedio de las legiones romanas.
El castro cántabro
El centro del conjunto de yacimientos arqueológicos es el castro cántabro, alrededor del cual existe todo un dispositivo de asedio romano constituido por un campamento principal y varios fortines (castella) unidos por una circunvalación y una contravalación (fortificaciones que unían campamento a campamento y cercaban el castro indígena). El asentamiento cántabro, conocido en la zona como “El Castro”, está emplazado en una loma situada a 1.124 metros de altitud y parcialmente acantilada por el suroeste y por el sureste, controlando el estrechamiento de La Hoz, donde se unen los ríos Valdavia y Las Heras y el arroyo de San Román. Es un castro de buenas dimensiones que ocupa una superficie de 10’18 hectáreas.
Este castro es el más importante aparecido hasta el momento en la comarca del Alto Carrión y estuvo ocupado durante la IIª Edad del Hierro por una comunidad indígena de cierta importancia. Probablemente perteneció al populus cántabro de los camáricos, cuya ciudad de Camárica cita el geógrafo griego Ptolomeo ya en el siglo II d.C. en esta zona meridional de la antigua Cantabria. Inscripciones de época romana de las cercanas localidades palentinas de Dehesa de Montejo y Ruesga, en las que se cita a los camáricos o a su ciudad de Camárica, confirman que este fue el territorio de dicho grupo de los cántabros. Se trata de un verdadero oppidum que fue objetivo del ejército romano durante alguna de las campañas militares sucedidas entre los años 29 y 16 a.C., hecho que hace de este enclave un lugar de una importancia excepcional tanto desde el punto de vista arqueológico como desde el punto de vista histórico.
Los campamentos romanos
Al sudeste del oppidum indígena, sobre una eminencia alargada inmediata bordeada por el arroyo de San Román por el noroeste y algo más al sur por la localidad de Pino de Viduerna se encuentra el campamento romano principal. Tiene 5’9 hectáreas y es visible gran parte de su perímetro defensivo, formado por un agger o aterrazamiento de tierra y piedra en el que se ha documentado una puerta con clavicula interna, recurso militar romano habitual desde época cesariana hasta mediados del siglo II d.C. La planta del campamento es de forma ovalada alargada para adaptarse a las características topográficas del lugar. El dispositivo de asedio romano se apoyaba en este castra Principales y se completaba con otros castra minora o castella unidos entre sí por las líneas de circunvalación y de contravalación.
Las evidencias de los combates
El dispositivo de asedio romano aisló por completo al castro cántabro del mundo exterior encerrando a los sitiados e impidiendo la llegada de socorros desde el exterior. No sabemos cuánto tiempo duró. Lo que si se ha podido descubrir a través del registro arqueológico es que los cántabros no fueron reducidos por hambre como los numantinos, sino que el ejército romano hubo de expugnar la plaza mediante un asalto que se produjo en el punto más débil de las fortificaciones cántabras: la esquina en ángulo de las murallas situada frente al campamento romano principal.
En la ladera de subida a este punto ha aparecido una cierta cantidad de tachuelas de las caligae que documenta el paso de una tropa numerosa, pero más expresivas son las numerosísimas puntas de flecha encontradas en la cara exterior del derrumbe de la muralla. La dispersión de las puntas de flecha de hierro se concentra en el ángulo de la muralla que comentamos. La mayoría son de tres aletas con espiga, aunque las hay de otras tipologías. En total han aparecido en todos los yacimientos del asedio más de cuatrocientas puntas de flecha, lo que hace de esta colección de La Loma la más completa de todo el Imperio Romano.
Esta lluvia de proyectiles lanzados por los arqueros (sagittarii) y por las catapultas para desalojar a los defensores de las murallas debió producirse en el momento del asalto al tiempo que las cohortes avanzaban probablemente por delante adoptando la formación de “tortuga” (testudo) y superaban las defensas enemigas con escalas y otros artilugios. El combate parece haber sido encarnizado: la cara exterior de la muralla fue destruida y hay un potente nivel de incendio tanto en el talud de la muralla como en el foso. Desde las murallas los cántabros arrojaron contra los asaltantes cantos rodados de diverso tamaño con hondas o con la mano, pues han aparecido piezas de este tipo tanto en el foso como fuera de las murallas.
Para más información: ‘La conquista romana de la Montaña Palentina: el asedio de La Loma (Santibáñez de la Peña), escrito por Eduardo Peralta Labrador y publicado en el número 2 de la Colección de Historia Montaña Palentina.